Articulos y opiniones

Fundación D. Miguel de Barandiarán

Escultura José Miguel de Barandiarán

José Miguel de Barandiarán y Lucas Alcalde

LUCAS ALCALDE EN EL MUSEO RIALIA. PORTUGALETE.

  José María Arenaza Urrutia 

      En pintura y escultura, como en literatura o cine, hay autores cuyas obras sirven para plantearnos problemas sobre los cuales reflexionar, pensar.

    Desde su emplazamiento, sea al aire libre, o a cubierto, interpelan al espectador. Casi diría que le acosan.

      Las preguntas pueden ser, incluso, agresivas y estamos tentados de salir corriendo. Huyendo.

      Lucas Alcalde es de los artistas a los que no les gusta que los espectadores pasen de largo por delante de sus obras, sin prestarles atención. Quiere que cada obra sea una pregunta abierta. Abierta porque puede ser contestada de varias formas, según el sentido que cada uno concede a lo que ve. Así como no hay dos seres iguales, así cada uno entiende lo que ve de una forma distinta a la de los demás.

      Sabe mezclar, como pocos, belleza y pensamiento. No es la primera vez que digo que Lucas utiliza su arte como instrumento de información y formación social. Blas de Otero y Gabriel Celaya hacían lo propio con sus versos. Este último decía que “la poesía es un arma cargada de futuro”.

      Los mineros, sirgueras, obreros industriales, o pescadores de Alcalde nos hablan de su esfuerzo, de su trabajo fatigante. El artista siempre los ha considerado como la base de nuestra sociedad del bienestar. Aunque esto último no les alcance a ellos.

      Lucas los trata siempre con una dignidad y elegancia que les convierten en seres elegantes, guapos y distinguidos. Admirables en el sentido literal de la palabra. Y todo ello sin abandonar en ningún  momento la búsqueda de la belleza, del esplendor físico.

      Esta magnífica exposición es una muestra de lo que es capaz de hacer un creador cuando se reúnen en una sola persona creatividad, técnica y sentimiento. Es decir, inteligencia y corazón.

      No en vano su autor lleva más de treinta años en este mundo del arte. Si como decía Camilo José Cela, “resistir es vencer”, Lucas es un resistente de muy larga duración. Encerrado en su estudio- taller, rodeado de libros, ha ido construyendo todo un mundo extenso y complejo en torno a la figura humana, ya sea trabajando, reposando…

      La variedad de registros a los que Lucas Alcalde se enfrenta, y con acierto, le colocan en un lugar señero dentro del panorama artístico. Si bien no por mucho abarcar se es mejor. En este caso estamos delante de de una exposición de indudable calidad en sus varios apartados de escultura, pintura, pastel acuarela y grabado.

      No tengo duda acerca de la calidad de la escultura de Alcalde. Ocupa un lugar importante en el reducido y selecto grupo de broncistas.    

      Inquieto e innovador, ha transitado por todos los senderos. Ha utilizado prácticamente todos los materiales al uso. Sea el mármol, el barro, la madera, el bronce, el acero e incluso la plata. De todos ha sabido salir con airosidad y elegancia.

      Lo mismo puede afirmarse de las técnicas que emplea. La fundición, el vaciado, el modelado… Su ya larga e intensa trayectoria artística le facilita el trabajo. Llega un momento en la vida del artista en el que la obra puede estar más o menos acertada, pero dentro de una indiscutible calidad. Los errores quedaron atrás y de ellos se extrajeron unos conocimientos que hacen muy difícil, por no decir imposible, la salida al mercado de obras mediocres.

      Su automarginación de cenáculos y otras reuniones le ha supuesto no aparecer en numerosas exposiciones colectivas, con la consiguiente merma de reconocimiento social. Sin embargo, la calidad de lo que sale de su taller-estudio, le ha terminado por confirmar como un sólido figurativo. En plena madurez llega al Museo Rialia, de Portugalete, para mostrar lo más reciente de su producción.

      Al lado de esta exposición están los monumentos de Ortuella, Baracaldo, Portugalete, Sestao, Madrid, Palencia por indicar solamente los más conocidos.

                                                                                                          

EL REALISMO TESTIMONIAL DE LUCAS ALCALDE

Mario Ángel Marrodán 

      Toda la vida artística de Lucas Alcalde –sobre todo la escultórica como la obra redoblada- ha sido una lucha –en ocasiones titánica por diversos motivos- hacia la conquista continua de la intensidad. En tal transcurso ha ido contribuyendo con adición de energía a ese organismo expresivo que diseña un tejido controlado al  servicio del autor de esculturas claramente figurativas, tan peculiares en la relación de masa con interpretaciones de la misma.

      Como escultor, aporta ritmos espaciales al volumen matérico ejerciendo de muro en el plano horizontal de las estructuras. Además de dar vigor al oficio para que sea el eje del sitio de colocación receptiva calculada como imagen del pueblo, sitúa cada pieza gigantesca en el plano estático de una topología orgánica y de una tipología de acabado definitivo tan fácilmente distinguible. Su misión en el arte, la de agregar escultura al hombre de la ciudad, a la detectación compositiva vinculada al urbanismo.           

      En la línea monumental de sus estatuas subyacen rasgos de auténtico impacto creativo: énfasis en la idea, tosquedad intencionada, fuerza desgarradora, férreo volumen estallante, tan visible y detectable en una estética realista. Esta incursión a lo laboral supone corpulencia en las figuras –la materia corporal- y su apoyo a los oficios entrelazados como protagonistas que forman un conjunto de frontalidad. Seres reales, como valores físicos, y seres vitales, como razón de quehacer, componen la ecuación plástica del artista. Lucas Alcalde no carece de propia estética de idiosincrasia significativa, incluso dispone de una ciencia técnica particular donde basarse. Son factores estilísticos pertinentes el criterio disciplinado y la solución con que vencer dificultades surgidas. Tal binaria combinación conjugatoria ante distintos pero comunes elementos nos proporciona una axiología anatómica y humanizadora de fuerza expresiva tal que da vida a la obra de arte de este escultor de la pesantez.

      Si la creación es invención, a Lucas Alcalde podemos calificarle de inventor de la creatividad. Plasmar formas sobre temáticas determinadas no siempre es suficiente para dar categoría a la libertad de expresarse. Como tampoco el emplear un colorido preciosista puede ir más allá de una afición pictórica. El referente del estado natural como recurso de tonos y colores, por mucho que ensanche el corazón, tampoco sirve para encarar su pintura. Es algo misterioso lo que transcurre por sus cuadros, la sorpresa de lo que no se espera, las ideas que no reposan cuando compone, la inquietud de pintar otras cosas (otras cosas que aquellas que encasillan y han encasillado a tantos y tantos cultivadores del género que han creido encontrar su camino). En esto de las “otras cosas” podemos situar adecuadamente a este pintor encartado, de carrera centrada en presencias humanas, espacios de tránsito, experiencias de la realidad íntima y circundante pero sin realismos de cámara fotográfica, en fin, dueño de una producción correcta, depurada y acabada. Obras las suyas con suma de valores acreditativos, como: luz medida, dibujo conseguido, imágenes intrigantes que son su propio medio de representación en el lienzo, pero, sobre todo, visión poética de la imagen pictórica.

      Tanto la obra escultórica como pictórica (incluida la acuarelística y la dibujística) de Lucas Alcalde responde al prototipo de artísta polifacético.

Estudiando su camino acuarelado, la densa de Lucas Alcalde supera por definición el concepto genérico de débil, volátil, frágil, de la acuarela. Color que estalla o que desgrana suave armonía, matices captados con belleza o traslado al papel acuarelas sorprendentes de figuras, medidas y elegantes y en desnudos femeninos agudas de dibujo y valientes de luz, el aire misterioso y nostálgico de las mismas dan por resultado que la pura ilusión óptica ha conseguido bien los objetivos de ser un acuarelista muy personal.

      Lucas Alcalde trae importantes novedades –intensas y enriquecedoras- en el campo de la escultura. Su presencia creativa en este arte atiende la propuesta asesora de T. Gautier: “Esculpe, lima, cincela,/que tu flotante ensueño/ quede fijado en el duro bloque”. Así, con ese postulado que deja huella profunda en su obra, se experimenta la sensación de acariciar los ritmos modelados del espacio a fuerza de esculpir volúmenes rotundos esculturizados bajo la escurridiza raíz de la realidad. Se trata de un arte consistente que conjuga el arte y la vida como camino para llegar al entendimiento de conjunto a través de la geografía humana que sueña con un sitio de encuentro común donde ser situada para todos frente a los demonios del alma de la creatividad y la mala conciencia de la mediocridad que no deja ver la parte más positiva de las cosas.

      Ahí quedan perennizados los mineros, obreros fabriles y trabajadores metalúrgicos de cuerpos reales en los tres monumentales homenajes en Ortuella, Sestao y Barakaldo, de dimensiones ciclópeas pero sin excesivas grandilocuencias que cuentan historias de desarraigo social. En ellos se puede comprobar la fuerza de un Rodin emanado del fondo raigal de la figura humana y del cuerpo tensionado por la fábrica y la mina. Pocos escultores entre nosotros capacitados como Lucas para representar el esfuerzo físico con una potencia y un poderío nutrientes de la propia tierra donde se desarrollaron los oficios más rudos con los que habitualmente ha estado familiarizado. Con unas dotes excepcionales de artista observador, complementadas con un conocimiento práctico del mundo laboral, realza desde un academicismo pertinente, todo ese mundo palpitando raíces vitales trasladado a la piedra con la herramienta en tensión. A ella une el estudio de cada pieza y la paciente preparación para fraguar la épica más sólida guiando la mano de la escultura como su motriz ocupación según el vitalismo de una estética titánica.